Resulta paradójico que una derrota por apenas tres puntos de diferencia (26-23) duela más que una de por casi 40, pero es así: buena parte de las lágrimas que derramaron Los Pumas tras el final en París fueron por saber que habían estado ahí nomás, a un penal o a un drop estirar la definición a un suplementario donde el triunfo estaba para cualquiera. Incluso más para Argentina, que fue superior en el segundo tiempo y bien pudo haberlo ganado, de no ser por algunos errores propios que quemarán en la conciencia por unos días pero que para nada empañan la gran actuación final.
Fue, sin dudas, el mejor partido de Los Pumas en el Mundial. Independientemente del resultado y de esos flojos primeros 20 minutos, que a la larga terminaron sentenciando el partido. El colchón de 13 puntos que sacó Inglaterra en esa parte, con el try de Ben Earl y las patadas de Owen Farrell hicieron temer una reedición del primer partido, pero una vez que Los Pumas lograron acomodarse, todo fue mucho más parejo. La defensa mejoró notablemente con respecto a partidos anteriores, ni hablar comparada al debut, cuando fue una sinfonía de errores e indisciplinas que le simplificó la vida a los ingleses. En esta oportunidad, ya sin Pablo Matera pero con dos gladiadores como Marcos Kremer y Facundo Isa, a "La Rosa" le costó mucho ganar metros por tierra, y el rédito vino por esos errores de Los Pumas que le abrieron a Farrell la oportunidad de sumar desde lejos.
El try de Tomás Cubelli después de un buen continuado volvió a meter a Los Pumas en partido poco antes del final del primer tiempo, un golpe de efecto necesario para encarar la segunda parte con otra cabeza. Y el equipo argentino lo hizo, poniéndose por primera vez al frente con la individualidad de Santiago Carreras, que se tuvo fe para encarar a la defensa, romper el primer tackle y filtrarse hacia el try bajo los palos. Lo necesitaba el cordobés, después de un Mundial en el que se lo notó más incómodo que nunca en ese puesto que no es el suyo, pero la alegría tardó un instante en esfumarse, cuando el 10 intentó salir del fondo y Theo Dan le tapó el kick, para luego apoyar. Del cielo al infierno en un minuto y medio para Santi Carreras.
La entrada de Nicolás Sánchez confirmó lo que todo el mundo parece ver, menos el staff: con el tucumano en la conducción, el juego de Los Pumas fue mucho más fluido y ambicioso. Por la simple razón de que había un apertura de raza en cancha, algo que tenían todos los equipos menos el argentino. Y "Cachorro", que venía con 100% de efectividad en el Mundial a la hora de rematar a los palos, no pudo embocar un penal esquinado que hubiera sellado el empate. Sin embargo, si Los Pumas perdieron no fue por eso, sino por esos errores no forzados del primer tiempo o algunas malas decisiones, como la de pedir un scrum cuando se tenía la chance de un penal frente a los palos.
Los Pumas jugaron en un gran nivel en general, pero cabe destacar por aparte la tarea de Kremer (con 18 tackles, redondeó 92 en los siete partidos, récord absoluto en Mundiales) y lo de los tucumanos Thomas Gallo y Mateo Carreras. Ambos estuvieron sin dudas en el top 5 del equipo a lo largo del torneo. El pilar izquierdo aportó tackles y metros ganados con una entrega absoluta, y el wing fue una máquina de atropellar ingleses. Marcus Smith y George Ford quedaron sembrados en el suelo cuando lo enfrentaron en el uno a uno. Ambos son dos grandes apuestas para el futuro del seleccionado.
En el rugby suele utilizarse la expresión "salir vacío de la cancha". Puede que Los Pumas no hayan sido regulares ni se hayan llevado la medalla de bronce que buscaban, pero se llevaron algo más importante: la tranquilidad de poder mirarse a los ojos y saber que no se guardaron nada.